sábado, 29 de mayo de 2010

California Dreamin' (2)


Hay algunas cosas aquí que son completamente al revés de como son en España. Por ejemplo, en España, por lo menos en mis tiempos, la gente aspiraba a vivir en el centro de la ciudad o lo más cerca posible del centro (el clásico “pisito céntrico”) y cuanto más cerca del centro estaba una vivienda más cara era. Aquí, por lo menos en el Oeste, es al contrario, nadie quiere vivir en el centro ya que es donde están las oficinas de los distintos organismos gubernamentales federales, estatales y locales, así como de entidades privadas, lo cual quiere decir que al dar las 5 de la tarde, la gente que trabaja en las mismas se va a su casa y los centros de las ciudades se convierten en ciudades fantasmas hasta las 8 de la mañana del día siguiente, algo así como Madrid, Barcelona, Valencia, etc., en el mes de agosto. Parece ser que en las ciudades del Este (Boston, Nueva York, Filadelfia), al ser más viejas, y con eso quiero decir del siglo XVII, no de cuando los Reyes Godos, siguen el modelo europeo de combinar gobierno, comercio y vivienda. Pero eso nos queda tan lejos que es como si fuera un país extranjero.


Aquí la gente prefiere vivir en las afueras de las ciudades o en los suburbios, que a diferencia de lo que los franceses llaman “la banlieu” o “cinturón rojo”, suelen ser zonas más bien conservadoras en lo político. En el caso de Sacramento, los suburbios más importantes son Carmichael, Citrus Heights, Elk Grove, Folsom, Rancho Cordova y Roseville, los cuales son la mayoría municipios pero la gente trabaja en otro lugar y solo vuelve a su casa por la noche.


La emigración a los suburbios data de la posguerra con la inauguración de la urbanización Levittown en Long Island, cerca de Nueva York, en 1951. También se conoce tal emigración con el nombre de “white flight” (huída blanca), ya que los habitantes de raza blanca abandonaron las ciudades en masa dejando tras ellos a los pobres y a las minorías raciales, otra razón por la cual la gente prefiere los suburbios, llevándose con ellos sus dólares de impuestos a su nuevo lugar de residencia lo que ocasionó el declive de los centros urbanos como Detroit, por ejemplo, que en 1950 tenía una población de 1.850.000 habitantes y en 2008 unos 912.000 habitantes, es decir, que la población ha disminuído en más de un 50%.

Más arriba he mencionado el tema de la política. En las noches de las elecciones las cadenas televisivas llevan la cuenta de la votación según van cerrando los colegios electorales en los distintos estados. Creo que mencioné anteriormente que los colegios electorales cierran a las 20 horas, pero cuando es esa hora en el Este, aquí en California son solo las 17 horas y en Hawaii las 14 horas. O sea, que la información sobre la votación es a plazos o en capítulos, como una novela. Pues bien, todos tienen un mapa de Estados Unidos y cuando el Partido Demócrata gana un estado le ponen el color azul, y el rojo cuando gana el Partido Republicano, lo cual es completamente al revés ya que el Partido Demócrata viene a ser la izquierda (más o menos, pero con más menos que más) y el Partido Republicano la derecha (en este caso no hay duda alguna). ¿En qué cabeza cabe colorear a la derecha roja y a la izquierda azul?

En la vida real hay varios partidos menores, pero en cada elección los que se llevan el gato al agua son los demócratas y los republicanos, pero éste en un tema para otro día.

Otra cosa incordiante son los calendarios. Resulta que aquí el primer día de la semana es el domingo y el ultimo, por lo tanto es el sábado, lo cual tiene todavía menos sentido que lo del rojo y el azul. Si no recuerdo mal, la Biblia mismo dice que Dios creó el mundo en seis días y al septimó descansó, o algo por el estilo, de ahí el domingo. Uno pensaría que en este antro de herejía protestante y de consumados lectores de la Biblia se habrían enterado de cómo es una semana como Dios manda, pues no hay manera, seguimos con las semanas de domingo a sábado. Afortunadamente, con los ordenadores ahora puedes cambiar el formato, pero los calendarios impresos siguen siendo herejes.

En otro orden de cosas, nuestro inefable secretario del Tesoro, Timothy Geithner está haciendo gira por Europa cual folclórica sermoneando a diestro y siniestro sobre la deuda, los déficits, los estímulos económicos, etc., etc. Claro, como nosotros somos un modelo de probidad fiscal nos podemos permitir el lujo de dar lecciones a otros. La deuda nacional de los Estados Unidos es
13.010.750.000.000 dólares (en pesetas, ni se sabe), con la particularidad de que sube cada segundo y para cuando acabe de escribir ésto será mayor, y mayor aún para cuando lo lean ustedes, si es que alguien lee ésto. Luego nos extrañamos de que se nos tenga manía en el exterior. En mi opinión estamos en quiebra ya que conseguimos préstamos hoy para pagar el préstamo de ayer, mañana para pagar el préstamo de hoy, y así hasta el infinito. Lo que pasa que nadie quiere admitir que estemos en quiebra porque cundiría el pánico. Es como si al no decirlo en voz alta no fuera realidad.

Y el amigo Geithner no es que pueda hablar. Durante su audiencia de investidura (aquí los cargos del gobierno los confirma o rechaza el Senado) salió a relucir que cuando Geithner trabajaba en el Banco Mundial no pagó el impuesto sobre la renta de su sueldo ya que el Banco Mundial es una entidad extraterritorial y no hace retenciones a cuenta en la nómina pero notifica a sus empleados que se apañen ellos con el fisco (Internal Revenue Service, IRS). Claro, para acallar el escándalo pagó retroactivamente el impuesto sobre la renta, el recargo y los intereses. Pues éste es el menda que os está sermoneando.


Bueno, me despido antes de que se me duerman los lectores, o el lector, según sea el caso. El próximo 8 de junio tenemos elecciones primarias en California y estaré yo al pie del cañón en plan Caudillo en un colegio electoral dando el pucherazo, digo gestionando la jornada electoral, además de ser uno luz de Trento y martillo de herejes ya que en realidad mi colegio electoral no es un colegio, sino St. Paul’s Lutheran Church, o sea, otro antro de herejía protestante.

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